Bidé
portátil, 1910. Perteneciente a la familia Schiappacasse. Museo del Patrimonio
de Aguas Argentinas
fr. bidet; propiamente 'caballito', voz proveniente de los caballos bidet de la Bretaña francesa. 1. m. Aparato sanitario con forma de recipiente, ovalado y bajo, que recibe el agua de un grifo y sobre el que se sienta una persona para su higiene íntima (Real Academia Española).
En sus memorias, el marqués d’Argenson recuerda que la marquesa de Prie lo recibía sentada en su bidet o confident des dames (“confidente de damas”), como le llamaban algunos. Probablemente le llamó la atención porque el artefacto se usaba en la alcoba, al lado de la cama para después de tener relaciones sexuales. Acaso por estas indiscreciones, el bidé era mal visto en sus orígenes. Los ingleses, tan victorianos ellos, decían que era cosa de “esos franceses”. Los alemanes, que era poco higiénico.
En sus viajes de iniciación a
París, los burgueses argentinos conocieron los bidés. Tal vez no en lugares
demasiado recomendables, pero supieron de ellos. Sin embargo, aquí los
artefactos tardaron en difundirse.
Recién en
1885, se introdujo el inodoro en Buenos Aires. Hasta ese momento sólo había
“vasos necesarios”, bacinillas y sillicos (bacinas con forma de sillones). Las
abluciones íntimas se hacían con palanganas, jofainas, tinas de latón.
A principios
del siglo XX, apareció el “baño habitación”, un cuarto separado de los otros.
Allí se juntaron el lavabo, el inodoro y la bañera. Y, tímidamente, de a poco, el
bidé.
Algunos tenían bidés portátiles, quizá
para que no se viera ese artilugio destinado a las abluciones de las partes
innobles del cuerpo. Otros los compraban en Gath & Chaves más que nada como
un signo de distinción de clase.
Hacia 1920,
surgió el “baño habitación”, un cuarto más de la casa. Uno de los artefactos
era el bidé, que se compraba en Gath & Chaves más bien como un signo de
distinción. Después se generalizó.
Pero ahora está
en peligro de extinción. Jean Baudrillard sostiene que en la casa posmoderna,
cada vez más, las cosas se repliegan, se empequeñecen. Pues parece que el bidé
está condenado a desaparecer: en el nuevo Código de Edificación ya no es
obligatorio.
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